
Según Hugo Montes Brunet, en su libro “Por nuestro idioma” (1992), la literatura es un mundo ficticio creado por la palabra, por lo tanto, ésta tiene mayor libertad a la vez que mayores exigencias: las derivadas del afán artístico, que supone imaginación creadora, eufonía, originalidad, etc. El literato, por tanto, se ve impedido de utilizar el lenguaje como el hombre corriente y el hombre científico.
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